Nació un niño, nacieron cientos de niños. Mucha energía en
esos cuerpos pequeños. Nacieron cerca de Belén y tenían meses, uno y dos años,
entre 3 y 10 años y más. Inocentes, inquietos, llenos de vida. Nacieron
confinados en un pequeño territorio porque Herodes y el César, y sus amigos,
hace años decidieron que ya no era su tierra. Que habían nacido equivocados.
Que no debían tener lugar.
Y los fueron arrinconando, y los iban matando.
Hace meses, el Herodes de ahora, como el de entonces, “se
sobresaltó y con él toda Jerusalén”. “Se enfureció terriblemente y envió a
matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca”.
El gobierno de Herodes, el de ahora, envió a su ejército a
matar a los niños, y a las mujeres y a los hombres, a miles, con bombas y
drones, a destruirles los hospitales para que los heridos mueran y los niños no
nazcan, y también las escuelas para que tampoco aprendan.
Un clamor se ha oído en Ramá
Mucho llanto y lamento:
Es Raquel que llora a sus hijos,
Y no quiere consolarse,
Porque ya no existen
En el año primero los padres del niño de la navidad,
decidieron escapar por la noche a Egipto. En este siglo les cerraron las
salidas y así también los mataron de hambre.
¿Celebramos?
Si, si tenemos la convicción interior profunda de que la
bondad es más fuerte que la guerra y la destrucción. La navidad es la antítesis
de genocidio, del abandono a sus suertes, a tantas malas muertes.
¡Militante navidad para todas y todos!
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